Cuidado con lo que escribís, cuidado con lo que pensáis, cuidado con hacer algún chiste de mal gusto porque la palabra se ha convertido en un arma de destrucción masiva y os pueden explotar en la boca aquellas palabras que ofendan a alguien, porque cierto es que las palabras ofenden. Sí, las palabras ofenden más que los hechos y es falso que se las lleve el viento, hoy en día, las palabras navegan, libremente, por las redes sociales y hacen más daño que una pelota de goma en el ojo de un manifestante, las palabras duelen más que el robo masivo a todos los ciudadanos, son más dañinas que ver cómo mueren inmigrantes en nuestras costas cada día, las palabras son lo peor de la sociedad, mucho peor que tener a víctimas del franquismo enterradas con sus verdugos, qué digo, las palabras son el enemigo. Las palabras son las culpables de que una anciana muera abrasada en su cama por no querer pasar frío, son las culpables de miles de hogares vacíos, es cierto, qué malas son las palabras. ¡Por Dios!, no uséis más las palabras, que ofenden y matan, no las uséis para decir nada, mejor, quedaos en silencio, callados y quietos, porque las palabras os harán presos. Solo algunos tienen el privilegio de poder ofender sin caer preso, “qué entretenimiento mover a los muertos”, “qué pecado elegir el sexo”, “y la moda de ser homosexual, esto ya parece un carnaval”, “¿qué tal si hacemos un homenaje, con la mano levantada y el sol de pleno en la cara?” A estos, no les pasa nada, nunca ofenden sus palabras.
Solo un consejo me atrevo a dar a aquellos aventurados que a pesar de lo dicho anteriormente las quieran seguir usando, cuando escribas una línea empieza de derecha a izquierda, pues si lo haces al revés, que es como me enseñaron, quizás tus palabras te pierdan.