Un día paseaba por la calle y me fijé en una tienda que estaba muy de moda, en la que vendían todo tipo de sentencias y yo necesitaba una. “La Justicia es igual para todos” ponía en el cartel. Cuando entré en la tienda el dependiente estaba atendiendo a una señora. Su cara me resultaba bastante familiar pero no sabía exactamente dónde la había visto antes y cuando terminó de atenderla se dirigió a mí.
– ¿En qué le puedo ayudar?- me dijo el dependiente disfrazado con una toga.
– Necesito una sentencia, es un regalo a un amigo- le contesté.
– ¿De cuánto dinero dispone?- me preguntó.
– La verdad es que no tengo mucho dinero.-Le respondí.
– Bueno, no se preocupe, “La justicia es igual para todos”- me dijo con sorna.- ¿Qué delito ha cometido su amigo?
– Pues…Escribió una historia y le acusan de enaltecimiento de la violencia, pero nada más lejos de la realidad.- Le dije con tristeza.
– Puede estar usted tranquilo, tengo una muy buena sentencia que no le va a costar ni un euro. Aquí la tiene.- y me alargó un fajo de unos cincuenta folios.
– ¿Dos años y medio de cárcel? ¿No le parece demasiado?- le pregunté. -He visto que a esa señora le ha ofrecido una sentencia de absolución y sus delitos eran de fraude fiscal y blanqueo de dinero. ¿No le parece que eso es más grave que escribir una historia mal interpretada?
– A ver, usted quiere justicia gratis, pues esto es lo que le puedo ofrecer. -Afirmó.- Si usted quiere una sentencia de absolución necesita mucho más dinero o algún que otro conocido importante. No puedo ofrecerle otra cosa.
– Pues no dispongo de más dinero y a los que conozco están como yo, más pelados que una rata. Pero …en su tienda pone que la justicia es igual para todos.
– Todos los que pueden pagársela, está claro.-me dijo- Bueno, ¿quiere su sentencia o no?
– Pues sí, qué remedio. ¿Me la puede envolver para regalo?