Las olas mecían tu cuerpo
quieto, la arena te acunaba
en el silencio… de testigos
callados y ciegos.
Te esperaba un mundo… nuevo.
Tu imagen viajó más que tu cuerpo
en el mar inmenso
y en el dolor intenso
del olvidado recuerdo
de testigos sordos, mudos y ciegos.
Te esperaba un mundo… de sueño.
Unas manos blancas alzaban tu cuerpo
y se detenía el tiempo
tu nombre, uno… entre cientos,
lágrimas congeladas por el viento
que no ocultaban el sentimiento
de testigos sordos, mudos y ciegos.
Te esperaba un mundo… de muertos.