Hizo alarde de su inteligencia ante todos y aceptó el reto cuando un cabeza hueca le golpeó en la cara con un guante roto y sudado. El duelo fue inevitable. Se colocó en posición y disparó. Le voló la cabeza en mil pedazos y confirmó lo que todos sabíamos, no había nada. El cuerpo, que había perdido la cabeza, salió corriendo y gritando: “He ganado, he ganado. Sigo en pie.” Él lo miró derrotado y dijo: “Es cierto, no tenías nada que perder.”