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La continuidad de los parques, Julio Cortázar




Leer supone un esfuerzo importante, supone una implicación por parte del lector, de tal manera, que este debe ser activo en el proceso de la lectura. No estar atento en este proceso puede salir muy caro y te puedes jugar la propia vida, y si no, que se lo digan al lector del cuento La continuidad de los parques de Julio Cortázar. La tarde iba a ser tranquila, sentado cómodamente en un sillón, leyendo una novela que había empezado días atrás, viendo el parque de los robles a través de la ventana, con los cigarrillos al alcance de su mano, acariciando relajadamente el sillón. Nada hacía sospechar que todo cambiaría trágicamente, pero se dejó llevar por la lectura, poco a poco la trama lo fue seduciendo. Acomodado en su sillón, de espaldas a la puerta, confiado en la tranquilidad de su estudio, ni siquiera se dio cuenta cuándo dejó de estar en la realidad y pasó situarse en la ficción, a medida que avanzaba la lectura las imágenes se volvían más dinámicas y adquirían el color de la realidad. Se convirtió en el único testigo de la decisión de unos amantes que se acababan de encontrar en la cabaña del monte. Vio toda la escena, escuchó cada una de las palabras, y, sin embargo, no hizo nada, siguió arrellanado en su sillón de terciopelo verde, pensando que leía plácidamente. Su pasividad contrastaba con el ritmo vertiginoso de la acción de la novela. El nerviosismo de la pareja y la tranquilidad del lector. Ellos, decididos a cometer el crimen que les daría la ansiada libertad, él, sentado en su sillón esperando el final. Había llegado a los capítulos finales de una novela y sin darse cuenta pasó de un parque al otro, cruzó la fina línea entre realidad y ficción. El parque de robles se había convertido en la alameda que llevaba a la casa y la ficción había entrado en su finca, pero el mayordomo se había marchado después de discutir cuestiones relacionadas con la finca, y los perros no ladraron,empezaba a anochecer y en la casa solo estaba él. Nosotros, los lectores del cuento, empezábamos a sospechar el desenlace. ¿Cómo evitar un final que parecía estar decidido desde el primer momento?
Los perros no debían ladrar. ¿A quién iban a ladrar? El amante que se coló en su casa era un personaje de ficción, los perros no debían notarlo, no era real, por eso no ladraron. Entró en la casa con la impunidad de alguien que entra en una realidad que no le pertenece. Subió la escalera alfombrada y encontró las dos puertas. No había nadie en ninguna de las dos habitaciones. En una habitación, la realidad, en la otra, la ficción. El autor nos sitúa en la tercera puerta, a la que solo se puede llegar a través de las dos puertas anteriores. La puerta del salón nos introduce en una tercera dimensión donde realidad y ficción conviven en un espacio, en el único espacio donde es posible la unión de dos mundos tan diferentes: “ La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.”




Aquí os dejo el enlace del cuento:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/continuidad_de_los_parques.htm

Nadie puede desaparecer del todo, ¿verdad? (La piedra oscura, Alberto Conejero) “Un canto de amor a Federico García Lorca.”




No sé si es una afirmación o una esperanza plantearnos si desapareceremos del todo o no, algunos quizá no desaparezcan nunca, como en el caso de Lorca, otros, quién sabe. En realidad, todos habremos formado parte de algo, nos recuerden o no. La memoria colectiva está llena de personas anónimas, y quizá sean estas las más importantes, por necesarias, esas de las que no sabemos sus nombres ni a qué se dedicaban, esas que tal vez ya no tengan parientes que las reclamen, pero que estuvieron allí y lucharon por unos ideales de libertad. El tema de la memoria histórica invade toda la obra, a través de la figura de Lorca se reclama la memoria de todos aquellos anónimos que, como él, aún no se sabe dónde descansan sus restos.
La piedra oscura podía haber sido una obra de Federico García Lorca o al menos eso parecía cuando encontraron sus documentos, donde aparecía el título de esta obra, aunque tan solo estaban anotados algunos personajes, pero la guerra nos la arrebató como tantas otras cosas. Nos arrebató al poeta pero no su obra porque hubo quien se empeñó, quien hizo todo lo posible para que esos documentos llegasen un día a ver la luz. Una de esas personas fue Rafael Rodríguez Rapún, uno de los protagonistas de La piedra oscura de Alberto Conejero.
Dos personajes, dos bandos y un solo espacio, dividido. Dos personajes que muestran realidades diferentes, uno con treinta años, maduro, seguro de sí mismo, otro con 17, sin saber muy bien qué hace allí, en mitad de la guerra. Pero cuando bombardearon su pueblo, su madre murió y él salió corriendo hasta llegar al bosque, y allí pasó días hasta que los del bando nacional lo encontraron, le dieron agua, un uniforme y un fusil. 
También los dos unidos en su huida pasada que dejó muertos por el camino, muertes, que no eran suyas, pero de las que de alguna manera se sienten responsables. Sebastián, el muchacho de 17 años, cuando vio los aviones le pidió a su madre que saliera a la calle, a verlos, a ver los aviones italianos, a saludarlos con alegría pero cuando cayó la primera bomba y luego muchas más y su madre cayó al suelo, oyó que le gritaba algo pero no se detuvo, corrió y siguió corriendo, le pudo más el miedo a morir y ahora, no puede dormir sin oír su voz, sin saber qué le dijo aquel día. Rafael, por su parte, se marchó de Madrid cansado de ser el acompañante de Federico García Lorca, no pudo soportar que la gente lo saludara cuando iba solo,

y que a sus espaldas dijeran “maricón”, esas palabras resonaban en su cabeza. Necesitaba pensar en el buen nombre de su familia y en los sueños de vida conservadora que él tenía, casarse, tener hijos y vivir tranquilo. ¿Eso lo podía tener con Lorca? Seguramente no, pero pudo ser feliz con su amante pero tuvo miedo. Por eso se fue sin despedirse, sin una palabra que pudiera mitigar el dolor del que se quedaba. Finalmente, Lorca dejó de esperarlo y se fue a Granada, y allí, lo fusilaron, un 18 de agosto de 1936. Tres veces había llamado, le dijeron sus padres a Rafael. Si Rafael se hubiera quedado en Madrid, quizá hablaríamos de otra historia, pero no lo hizo y tuvo que vivir con ello. Tal vez la única forma de demostrar el amor que sintió por Lorca, de mostrar lo que no le dijo nunca era conservando su obra, como así se lo pidió el propio autor, y Sebastián, era su única posibilidad, su única esperanza. Su carcelero será el único que podrá mantener viva la memoria de Lorca.

La obra empieza con un monólogo de Sebastián: “[…] Porque ha llegado la hora, la hora que tanto quise cuando era un niño, enloquecido por el silencio, por todo ese silencio amontonado sobre mis hombros y yo temía que la vida fuera eso, tan sólo eso, y quería que mi corazón se llenara de ruido.Y es idiota pero por eso me hice músico -aunque a ti no te importe porque duermes y no puedes oírme- para llenar mi corazón de ruido y espantar ese silencio que me estaba volviendo loco […]” Ese silencio que le pesaba tanto en su infancia y que ahora, en esa habitación de hospital militar debe seguir manteniendo hasta que, poco a poco, vemos una transición en el personaje y cada vez se siente más cerca de Rafael, sus posturas se van acercando a través de la palabra. Dejan de ser prisionero y carcelero para convertirse, ambos, en prisioneros de una realidad impuesta, la guerra.
El escenario es espectacular, sobrio, gris, una cama, una silla y el suelo blanco y negro. Cada personaje ocupa su espacio, cada uno en su extremo del escenario, a la izquierda, Rafael, a la derecha, Sebastián. Sebastián invade el espacio de Rafael, al principio se siente incómodo, no quiere estar cerca, pero después se va quedando por momentos cada vez más largos. En esos momentos vemos como Sebastián empieza a dudar, ya no está tan convencido de su posición en esta guerra. Rafael, sin embargo, nunca abandona su espacio, tan sólo cuando sale a morir. 

Quizá nunca desaparecemos del todo, y quizá nunca, por desgracia, sabremos dónde están todas aquellas personas que formaron parte de la historia más cruda de este país. Pero mientras haya memoria colectiva, habrá esperanza.

El Quijote: Valoración de la obra




El Quijote es una obra en dos tomos: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605) y  Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615). Hay una diferencia de 10 años entre las dos publicaciones por lo que es fácil entender que hay un distanciamiento entre las dos obras. Algunos críticos consideran que la segunda parte del Quijote es de mayor calidad, aunque no se llega a un consenso generalizado. Joaquín Casalduero incluso habla de dos Quijotes, el de 1605 y el de 1615.
Los motivos en cuanto a la mayor calidad de la segunda parte del Quijote pueden ser varios. Uno de ellos sería la mayor tranquilidad y la forma más cuidada con la que el autor confecciona su obra, cosa que desmentiría que esta segunda parte fuese motivada por la publicación del Quijote de Avellaneda, aunque sí acabada con mayor celeridad y provocando cambios para manifestar públicamente la falsedad del libro de Avellaneda. Hemos de tener en cuenta que a partir de 1605 la vida de Cervantes cambia sustancialmente, el éxito del Quijote se produce de una forma muy rápida con lo que la economía del autor se muy mejorada, también publica Las novelas ejemplares con cual disfruta de un cierto prestigio social, y todo ello le permite una relativa estabilidad en muchos sentidos.
Otro motivo podría ser que tiene en cuenta todo lo que se ha criticado del Quijote, especialmente lo referente a las historias intercaladas, ya que en muchas ocasiones nada tenían que ver con la acción principal. Cervantes es consciente de su éxito, y esta segunda parte planificada desde el inicio es el remate final de su gran obra. En 1605 vemos un Quijote que altera la realidad para poder llevar a cabo su sueño de ser caballero andante y es él quien toma la iniciativa en sus aventuras. Su mente produce una realidad que le permite actuar como los personajes de los libros de caballerías. Ya en la segunda parte de la obra vemos un cambio en el personaje principal, ahora ya no es don Quijote quien modifica la realidad sino el resto de personajes, unos, para protegerlo, otros, para mofarse. No es don Quijote quien encuentra las aventuras sino que las aventuras le encuentran a él. Podemos decir que en la segunda parte, la alteración de la realidad producida por el resto de los personajes,

en algunos casos para burlarse de don Quijote y Sancho, manifiesta la miseria personal de los mismos. De tal manera que don Quijote y Sancho, siguen disfrutando de la simpatía del lector. El personaje principal evoluciona de forma inversa al resto de personajes, ya que en la primera parte la locura de don Quijote le hace transformar la realidad y en la segunda empieza a recobrar la cordura, con lo cual, el autor ya nos da indicios del final del protagonista. En cuanto al resto de personajes, transforman la realidad para burlarse y mostrar así su catadura moral.

Otra diferencia importante en estas dos obras es el espacio en el que se mueve el protagonista, mientras que en la primera parte vemos un entorno rural, en la segunda Cervantes introduce a su personaje en un ambiente urbano, y quizás este cambio le aporta el personaje un aire más cosmopolita o más universal.
En la segunda parte reduce de forma notoria las novelas intercaladas, de manera que solo introduce alguna historia  cuando la acción se lo permite, pero son mucho menos extensas e intentan mantener el hilo argumentativo.

En realidad, las dos partes del Quijote son la evolución lógica de una misma obra. Es decir, es necesaria esa evolución, tanto en los personajes como en los diferentes elementos de la obra, para poder llegar a la culminación de la misma. La obra tiene sentido unitario.