Sinceramente, no lo sé. Quisiera encontrar una respuesta porque cada vez que oigo algo así se me erizan los pelos, ¿solo me suena a mí realmente mal? Espero que no. Así que, después de ver el otro día El Intermedio y escuchar a Dani Mateo pronunciar esto me fui a buscar la teoría sobre el uso de los cardinales, que son aquellos numerales que sirven para determinar cantidades en relación a cosas, animales o personas. Según la RAE: “El numeral uno, una se apocopa en la forma un únicamente cuando antecede a sustantivos masculinos: un libro, un coche; o a sustantivos femeninos que comienzan por /a/ tónica (una vocal es tónica cuando en ella recae el acento prosódico o de intensidad): un águila, un alma, un hacha; pero no se apocopa nunca cuando antecede a sustantivos femeninos que no comienzan por /a/ tónica: una amapola, una mujer, una novela.” Teniendo en cuenta esto, la lógica nos dice, y la teoría, que todos los numerales compuestos que contienen el numeral uno, una se comportan de la misma forma. Esto nos lleva a pensar que debería decirse treinta y una páginas, ya que el sustantivo que sucede al numeral es femenino.
Si alguien tiene otra respuesta le agradecería mucho que la compartiera en este blog. Me parece muy interesante esta cuestión.
Etiqueta: LENGUA CASTELLANA
La continuidad de los parques, Julio Cortázar
Leer supone un esfuerzo importante, supone una implicación por parte del lector, de tal manera, que este debe ser activo en el proceso de la lectura. No estar atento en este proceso puede salir muy caro y te puedes jugar la propia vida, y si no, que se lo digan al lector del cuento La continuidad de los parques de Julio Cortázar. La tarde iba a ser tranquila, sentado cómodamente en un sillón, leyendo una novela que había empezado días atrás, viendo el parque de los robles a través de la ventana, con los cigarrillos al alcance de su mano, acariciando relajadamente el sillón. Nada hacía sospechar que todo cambiaría trágicamente, pero se dejó llevar por la lectura, poco a poco la trama lo fue seduciendo. Acomodado en su sillón, de espaldas a la puerta, confiado en la tranquilidad de su estudio, ni siquiera se dio cuenta cuándo dejó de estar en la realidad y pasó situarse en la ficción, a medida que avanzaba la lectura las imágenes se volvían más dinámicas y adquirían el color de la realidad. Se convirtió en el único testigo de la decisión de unos amantes que se acababan de encontrar en la cabaña del monte. Vio toda la escena, escuchó cada una de las palabras, y, sin embargo, no hizo nada, siguió arrellanado en su sillón de terciopelo verde, pensando que leía plácidamente. Su pasividad contrastaba con el ritmo vertiginoso de la acción de la novela. El nerviosismo de la pareja y la tranquilidad del lector. Ellos, decididos a cometer el crimen que les daría la ansiada libertad, él, sentado en su sillón esperando el final. Había llegado a los capítulos finales de una novela y sin darse cuenta pasó de un parque al otro, cruzó la fina línea entre realidad y ficción. El parque de robles se había convertido en la alameda que llevaba a la casa y la ficción había entrado en su finca, pero el mayordomo se había marchado después de discutir cuestiones relacionadas con la finca, y los perros no ladraron,empezaba a anochecer y en la casa solo estaba él. Nosotros, los lectores del cuento, empezábamos a sospechar el desenlace. ¿Cómo evitar un final que parecía estar decidido desde el primer momento?
Los perros no debían ladrar. ¿A quién iban a ladrar? El amante que se coló en su casa era un personaje de ficción, los perros no debían notarlo, no era real, por eso no ladraron. Entró en la casa con la impunidad de alguien que entra en una realidad que no le pertenece. Subió la escalera alfombrada y encontró las dos puertas. No había nadie en ninguna de las dos habitaciones. En una habitación, la realidad, en la otra, la ficción. El autor nos sitúa en la tercera puerta, a la que solo se puede llegar a través de las dos puertas anteriores. La puerta del salón nos introduce en una tercera dimensión donde realidad y ficción conviven en un espacio, en el único espacio donde es posible la unión de dos mundos tan diferentes: “ La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.”
Aquí os dejo el enlace del cuento:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/continuidad_de_los_parques.htm
Aquí os dejo el enlace del cuento:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/continuidad_de_los_parques.htm
El Quijote: Valoración de la obra
El Quijote es una obra en dos tomos: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605) y Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615). Hay una diferencia de 10 años entre las dos publicaciones por lo que es fácil entender que hay un distanciamiento entre las dos obras. Algunos críticos consideran que la segunda parte del Quijote es de mayor calidad, aunque no se llega a un consenso generalizado. Joaquín Casalduero incluso habla de dos Quijotes, el de 1605 y el de 1615.
Los motivos en cuanto a la mayor calidad de la segunda parte del Quijote pueden ser varios. Uno de ellos sería la mayor tranquilidad y la forma más cuidada con la que el autor confecciona su obra, cosa que desmentiría que esta segunda parte fuese motivada por la publicación del Quijote de Avellaneda, aunque sí acabada con mayor celeridad y provocando cambios para manifestar públicamente la falsedad del libro de Avellaneda. Hemos de tener en cuenta que a partir de 1605 la vida de Cervantes cambia sustancialmente, el éxito del Quijote se produce de una forma muy rápida con lo que la economía del autor se muy mejorada, también publica Las novelas ejemplares con cual disfruta de un cierto prestigio social, y todo ello le permite una relativa estabilidad en muchos sentidos.
Otro motivo podría ser que tiene en cuenta todo lo que se ha criticado del Quijote, especialmente lo referente a las historias intercaladas, ya que en muchas ocasiones nada tenían que ver con la acción principal. Cervantes es consciente de su éxito, y esta segunda parte planificada desde el inicio es el remate final de su gran obra. En 1605 vemos un Quijote que altera la realidad para poder llevar a cabo su sueño de ser caballero andante y es él quien toma la iniciativa en sus aventuras. Su mente produce una realidad que le permite actuar como los personajes de los libros de caballerías. Ya en la segunda parte de la obra vemos un cambio en el personaje principal, ahora ya no es don Quijote quien modifica la realidad sino el resto de personajes, unos, para protegerlo, otros, para mofarse. No es don Quijote quien encuentra las aventuras sino que las aventuras le encuentran a él. Podemos decir que en la segunda parte, la alteración de la realidad producida por el resto de los personajes,
en algunos casos para burlarse de don Quijote y Sancho, manifiesta la miseria personal de los mismos. De tal manera que don Quijote y Sancho, siguen disfrutando de la simpatía del lector. El personaje principal evoluciona de forma inversa al resto de personajes, ya que en la primera parte la locura de don Quijote le hace transformar la realidad y en la segunda empieza a recobrar la cordura, con lo cual, el autor ya nos da indicios del final del protagonista. En cuanto al resto de personajes, transforman la realidad para burlarse y mostrar así su catadura moral.
Otra diferencia importante en estas dos obras es el espacio en el que se mueve el protagonista, mientras que en la primera parte vemos un entorno rural, en la segunda Cervantes introduce a su personaje en un ambiente urbano, y quizás este cambio le aporta el personaje un aire más cosmopolita o más universal.
En la segunda parte reduce de forma notoria las novelas intercaladas, de manera que solo introduce alguna historia cuando la acción se lo permite, pero son mucho menos extensas e intentan mantener el hilo argumentativo.
En realidad, las dos partes del Quijote son la evolución lógica de una misma obra. Es decir, es necesaria esa evolución, tanto en los personajes como en los diferentes elementos de la obra, para poder llegar a la culminación de la misma. La obra tiene sentido unitario.