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MICRORRELATO: LAS CAMPANADAS




Sonaron las campanas durante horas. Me pregunté quién era el muerto. Por quién doblaban las campanas de esa forma. No debía ser un pobre diablo porque llevaban demasiado tiempo sonando,y ya me resultaba insoportable. Harto de escuchar ese sonido monótono y constante, bajé a la calle para saber quién era ese muerto tan importante. Algunos paseantes ni me miraron cuando yo les pregunté por el muerto. No me importó, tan solo quería saber por qué persona teníamos que estar soportando ese ruido espantoso. Cada vez se volvía más intenso, se te metía en la cabeza y tenías la sensación de que en cualquier momento te iba a reventar. A veces, mientras avanzaba en mi búsqueda, tuve que pararme y sujetarla entre mis manos, me explotaba la cabeza. Mis pensamientos se volvían furia, ira, no lograba entender por qué imbécil sonaban las campanas de aquella manera. Estaba muerto pero lo odiaba. Pensaba que si lo tuviera delante lo mataría pero ni eso podría hacer. Ya estaba muerto. Intenté avanzar por las calles para llegar a la iglesia y que dejasen de tocar, de una vez, esa maldita música infernal, pero avanzaba muy lentamente. La gente, el tráfico, todo se interponía en mi camino. Pregunté de nuevo, esta vez a una señora algo mayor, y ni me miró. Nadie respondía a mis preguntas hasta que un joven, algo demacrado, se me acercó y me dijo: “Paciencia, es ley de vida. Todo terminará pronto.” “¿Las campanadas?” le pregunté: “Todo” me respondió. Me sentí aliviado al saber que pronto volvería el silencio, que podría volver a oír mis pensamientos sin tener que enfurecerme ni volverme loco. Y seguí avanzando hasta que mis pasos dejaron de ser mis pasos y mi cuerpo… dejó de ser mi cuerpo y las campanadas poco a poco se fueron callando y el silencio lo invadió todo… hasta mi alma.


MICRORRELATO: EL EXAMEN





Suspendió el examen. Nadie pareció sorprenderse. Él tampoco. El profesor le entregó el examen suspendido y le dijo: “Hay que arriesgarse en la vida, si estudias, tal vez suspendas, si no estudias siempre suspenderás.”

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MICRORRELATO: NADA QUE PERDER





Hizo alarde de su inteligencia ante todos y aceptó el reto cuando un cabeza hueca le golpeó en la cara con un guante roto y sudado. El duelo fue inevitable. Se colocó en posición y disparó. Le voló la cabeza en mil pedazos y confirmó lo que todos sabíamos, no había nada. El cuerpo, que había perdido la cabeza, salió corriendo y gritando: “He ganado, he ganado. Sigo en pie.” Él lo miró derrotado y dijo: “Es cierto, no tenías nada que perder.”