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MICRORRELATO: Las dos barajas de cartas




Me gustan mucho las cartas. Siempre llevo dos barajas muy pequeñas encima. Cuando me aburro juego con ellas o cuando me expulsan de clase.
-¿Qué haces aquí? ¿Te han expulsado?
No respondió. Andaba de un lado al otro del pasillo. Nervioso y diciendo cosas que desde donde yo estaba no podía entender. Algunos compañeros me habían hablado de él, pero nunca le había prestado demasiada atención. “Es muy raro” -me decían- “hace esto, hace lo otro”.
Me senté en el suelo y saqué una baraja de cartas y me puse a jugar al solitario. De repente se quedó en silencio y me miró, le sonreí y le dije “¿juegas?”, no me respondió y me siguió mirando durante un buen rato. Pasado un cuarto de hora se sentó frente a mí y me dijo “sí”. Le expliqué las reglas del juego mientras él me miraba muy atento y moviendo la cabeza de un lado al otro, me ponía nervioso pero no dije nada y empezamos a jugar. Lo pasamos bien. Cuando sonó el timbre se alteró un poco, se levantó y volvió a caminar de un lado a otro.“¿Te gustan las cartas? y contestó “sí”, “toma una baraja, tengo otra”, la cogió y se fue a su clase.
Cuando sonó el timbre del patio, bajamos corriendo por las escaleras, empujándonos unos a otros, y gritando como si fuera la primera vez que salíamos y entonces lo vi en las escaleras del porche, sentado y con las cartas en el suelo. Me acerqué y lo miré sin decir nada, él siguió ordenando las cartas sin levantar la mirada, “Mola ordenarlas, ¿verdad? Aunque si quieres jugar las tienes que desordenar”.
Me fui con mis amigos que me esperaban allí cerca. “Tiene tu baraja de cartas, ¿no?” “Sí, se la he dado”, “¿Por qué? Ahora no podremos jugar a lo de siempre”, “¿Por qué no?”
“¿Juegas con nosotros a cartas?” Después de pensarlo dijo “sí”.

Mar Ball

Cuento El sabio (Reflexión)

(Abajo tenéis el enlace del cuento.)

¿Qué es lo que llevamos dentro para ofrecer al mundo? La pregunta parece sencilla pero contestarla puede resultar muy difícil cuando tenemos más bien poco que ofrecer. Y este cuento nos hace reflexionar sobre ello,




ya no es tan importante lo que recibes sino lo que eres capaz de dar, ahí reside la esencia de la generosidad humana, en dar sin pedir nada a cambio, ni tan solo el respeto que tú ofreces.

En unas quince líneas el autor de este cuento es capaz de concentrar una idea brutal: “Cada uno de nosotros solamente ofrece lo que tiene.” Mientras que el sabio es capaz de ofrecer conocimientos, enseñanzas y buenas palabras, el grupo de hombres y mujeres tan solo pueden ofrecerle insultos y desprecio. La sentencia del sabio, realmente, es muy dura porque con aparente tranquilidad e incluso ternura pone en evidencia todas las carencias de algunas personas. ¿Cómo se va a sentir ofendido por una persona que le ofrece lo que tiene?
¿Por qué no queremos aprender del que nos puede enseñar? En este punto es donde la radica la ignorancia de la humanidad, no en tener que aprender continuamente sino en no querer aprender porque creemos que con lo que tenemos dentro de nosotros es suficiente.Y nunca es suficiente para seguir creciendo como persona.
El cuento posee, desde mi punto de vista, poca calidad literaria, pero sin embargo es un ejercicio de reflexión que puede resultar muy útil para trabajar con los alumnos. El mensaje es sencillo y directo y nos proporciona la oportunidad de poner encima de la mesa toda una batería de preguntas sobre nuestra forma de enfrentarnos al mundo: ¿Cómo es mi relación con los demás?; ¿Cuál es mi reacción ante situaciones diferentes?; ¿Cómo me enfrento al mundo? y podríamos seguir con más y más interrogantes.
Partiendo de la sentencia del sabio, en la que cada uno ofrece lo que lleva dentro, se hace evidente la necesidad de una mirada hacia nosotros mismos, ser capaces de ver lo que hay dentro de nosotros, y así, tal vez, poder solventar las carencias que hallamos en nuestro interior.