MICRORRELATO: LA SENTENCIA




Estaba en la cocina preparando la cena. Escuchó el nombre de aquella mujer en las noticias, se sobresaltó y se cortó en la mano derecha. Contuvo el grito de dolor, cerró el puño con rabia, fue al salón y la vio en el televisor. Era ella y estaba muerta. Según dijeron por televisión el juez no le había concedido la orden de alejamiento, ya que según este escribió en la sentencia: “no se aprecia una situación objetiva de riesgo para la víctima.” Pero ahora estaba muerta y de poco sirvieron sus denuncias y todos los argumentos, que temblando, ella le dio. Tres días antes tuvo la sentencia en su mano y con la misma, que ahora tenía manchada de sangre, la firmó.
Su mano sangraba y se apretó con la otra para cortar la hemorragia. Era inútil, la sangre salía a borbotones. Al ver como sangraba su marido, la mujer asustada le preguntó: «¿qué te ha pasado?», él se miró las manos y dijo: “Esta es mi sentencia”.


MICRORRELATO: MIEDOS




Empecé a oír ruidos en la habitación. Cada noche, de madrugada, se oían extraños ruidos que provenían del interior del armario. No podía dormir, pero era incapaz de levantarme y abrir el armario. Tenía la esperanza de que en algún momento llegaría el silencio. No llegó. Noche tras noche me tapaba los oídos y aún así esos sonidos nocturnos me despertaban. No me dejaban vivir. Mi cabeza parecía que iba a explotar, se repetían en mi mente de día y de noche. Llevaba semanas sin poder dormir ni descansar ni pensar, hasta que un día me armé de valor y me dirigí al armario y abrí la puerta y, entonces, los vi. Eran ellos, otra vez. Al verme, se callaron de golpe y desaparecieron, huyeron, no sé si para siempre, pero al menos durante un tiempo podré volver a dormir.


MICRORRELATO: SIN RECUERDOS




Abrió los ojos y se encontró con una extraña en su cama. Dormía tranquilamente. Se levantó intentando no despertarla y se paseó por una casa que no reconocía. Había cientos de fotos por todas partes, en las paredes, en los muebles… y en cada una de esas fotos aparecía el mismo hombre con personas diferentes. La cara de ese hombre le resultaba familiar, fue al baño y se miró en el espejo y lo vio. Volvió a mirar una a una las imágenes. Todas tenían algo escrito: “Carlos y su mujer, María”, “Carlos y su hijo, Daniel”, y así todas ellas. Fue al dormitorio, despertó con un beso a su mujer y le dijo: “Gracias”.