MICRORRELATO: CÁLLATE, MALDITA




Cállate, maldita. No hay un solo día en el que no me agobies con ideas, pensamientos, palabras o imágenes. Que sé yo. Estás de día y de noche con tus estupideces. Intento que te calles pero es imposible. Me convences de que puedo conseguir lo que quiera y después me llevas al abismo premeditadamente. Me subes al cielo y me dejas caer en el infierno. Y no te callas. No consigo que te calles y me dejes vivir. A veces, salgo a la calle y me pongo a correr con toda el alma para dejarte atrás. Tan solo quiero escuchar mi respiración. Agoto mi cuerpo para que tú no me invadas. Eres mi lucha diaria. Me peleo contigo a muerte y no te vas. Pero, sé que estás y esa… es mi primera batalla ganada.


MICRORRELATO: EL MOMENTO





Caminé durante horas, durante días y los días se convirtieron en meses. Caminé despacio y en silencio, disfrutando de cada momento. No me dirigí a ningún sitio y sin embargo, llegué a donde quería.

MICRORRELATO: EL CLAVO




Salí de casa porque me ahogaba. Salí dando un portazo, dejando toda la rabia contenida dentro de aquella casa. Algo cayó al suelo mientras yo salía, algo pequeño y metálico, algo insignificante, pensé. Las paredes de aquel piso cada día se hacían más estrechas y mi espacio cada vez más pequeño. A veces, sentado en el sofá observaba un clavo que había cerca del techo y me preguntaba desde cuándo estaba allí, para qué servía, quién lo había colocado, y mis pensamientos se centraban en imaginarme que quizá un día de él colgó un cuadro que alguien quitó por alguna razón desconocida. Cuántas veces ella me pidió que lo quitara, “que ya no pintaba nada allí”, decía. Sin embargo, nunca encontré el momento de hacerlo, me gustaba verlo allí, acompañándome en su inutilidad y en su soledad.
Salí de aquella casa y noté el aire frío en la cara y por primera vez en muchos años pude respirar sin sentir algo clavado en la garganta.